No nací queriendo ser Mentora (tampoco madrastra y mira qué cosas tiene la vida…).
Nací queriendo entender. Comprenderme. Comprender al otro. Desde pequeña fui de observar, de buscar el “por qué” detrás de lo que la gente no decía. Y también fui de cumplir. De hacerlo bien. Muy bien. Porque si lo hacía todo perfecto, quizás encajaba y todo tendría sentido.
Estudié Psicología, trabajé muchos años en Recursos Humanos y fui creando mi sitio entre personas, procesos, conversaciones y culturas. Y sí, había cosas que me gustaban, pero también una sensación interna de que algo no encajaba del todo. Como si estuviera interpretando un personaje que ya no iba conmigo. Pero llegó un día en que algo dentro de mí cambió. No fue casual. Fue de esos momentos que sabes que se te quedan grabados para siempre. Una frase. Un trayecto en metro: “Si quieres ser algo que no existe… lo inventas.” Ahí me explotó la cabeza, porque entendí que no tenía que encajar. Y yo floté. Sentí que algo en mí se reordenaba. No sabía cómo, pero sí que podía ser de otra manera.
Podía crear algo que no existía todavía. Algo que uniera personas, verdad y propósito.
Ahí empezó todo.
Te acompaño, no desde la teoría.
Nací en Sabadell hace casi 50 años, catalana con raíces almerienses. Y hace unos años, el amor me trajo a Madrid. He pasado toda la vida en mi cabeza, queriendo entenderlo todo, resolverlo todo, controlarlo todo. Pero desde hace tiempo, estoy aprendiendo a escuchar al que de verdad sabe: el cuerpo.
A confiar en que cuando algo no encaja, se nota. A reconocer que las emociones no estorban: guían. Y que muchas veces lo que parece incomodidad… es el inicio de una verdad más grande. A mirar lo que duele. A quedarme. A sostener. A soltar.
Sigo construyéndome. Sigo afinando lo que hago y cómo lo hago. Y ese proceso, que sigue en marcha, me permite acompañarte desde un lugar real. No desde el deber. Desde la verdad. No desde lo que se espera, sino desde lo que resuena.
Porque creo que la vida, en su sabiduría, nos pone delante lo que necesitamos ver, soltar o aprender. Y aunque a veces no entendamos por qué algo llega… lo que viene, conviene. Y si te roza, si no encaja, si incomoda… es porque la vida te está hablando. Solo hay que aprender a mirar.
Por eso trabajo con personas que sienten que algo ya no encaja, aunque no sepan muy bien el qué. Con profesionales que han llegado lejos… pero se han perdido por el camino. Con líderes que sostienen todo menos a sí mismos.
Trabajo con quien quiere dejar de fingir que todo va bien y empezar a construir una vida que se parezca más a lo que siente, a lo que desea y a lo que ya no está dispuesta a seguir callando.
Y no lo hago desde la teoría. Lo hago desde el barro. Desde el cuerpo. Desde las emociones. Desde haber estado perdida y haberme encontrado muchas veces. Desde haberlo roto todo para construirlo mejor. Desde haber dejado atrás el personaje, el deber y la exigencia… para quedarme conmigo.
Lo hago con escucha activa, preguntas que remueven, con herramientas potentes…pero sobre todo con compromiso, autenticidad, estructura y ese punto rebelde que te dice: “esto siempre se ha hecho así… hasta que llega alguien y lo cambia.”
Porque no te voy a empujar a ser más productivo. Te voy a acompañar a ser más tú. Porque sé cómo ayudar sin dirigir, cómo alumbrar sin deslumbrar. Y porque si has llegado hasta aquí… probablemente tú también estás listo para crear algo nuevo.
Esto no va de cambiarte. Va de encontrarte. Si has llegado hasta aquí, quizás ya has empezado el cambio.
Escuchar lo que te está pasando.
Abrir un espacio de presencia para dejar de ir en automático y darte cuenta de lo que ocurre dentro de ti.
Explorar más allá de la superficie.
Observar lo que hay detrás de lo que sientes, piensas o haces. Ver lo que antes pasaba desapercibido.
Caminar contigo en este proceso.
No hacerlo solo. Sostenerte mientras descubres, sueltas y te reencuentras.
Reconocer lo que eres.
Dejar de pelear con quien eres y empezar a mirarte con honestidad y compasión.
Amar tu historia completa.
Acoger también tus rarezas, contradicciones y sombras. Volver a ti sin rechazo.
Integrar lo vivido.
Transformar el aprendizaje en decisiones, hábitos y nuevas formas de estar.
Tomar acción alineada contigo.
Dar pasos que tengan sentido para ti, desde un lugar auténtico y coherente.